Hoy es un día visceralmente gris...
Ví la foto que nunca tomé y jamás voy a olvidar.

Alguna vez...

Alguna vez decreté en secreto -a veces lo hago- y fueron míos todos los silencios. Algunos llegaron a cristalizarse tomando forma de gotas, otros se evaporaron, otros me los comí y astillan los icebergs que son mis huesos. Prometí a la luna (que sabe lo que digo cuando muerdo pensamientos) y me prometí a mí misma: romper el silencio, destruirlo, enterrarlo, desterrarlo de mi boca que amorata rezos. Y de vez en cuando desde lejos se escucha un fuerte y doloroso grito y lo que nunca se dijo viste luto, mientras da a luz una lágrima de hollín amarga y seca. Mis alas se agitan levantando una espesa nube de humo negro y asfixiante. No puedo salir del suelo que me encadena y a mi alrededor crece, impiadosa, una pared alta hasta el cielo. Encerrada en el fondo de una torre que no supera los límites del pensamiento, me mata el silencio. Y muero sólo mirando la luna. Sola. Sólo de silencio.

Me permití extrañarte...


Con la última luna me permití extrañarte, desde las uñas hasta la médula.
Releí durante horas algunas de tus cartas. Recordé en carne viva cómo tus letras cosquilleaban el vientre de mis letras.

¿Sabías que nunca te olvidé? Alguna vez necesité alejarme, es cierto, necesité que no me dolieras. Tus letras se acuchillaban en la garganta de mis letras.
Pero nunca voy a querer olvidarte.
Pero nunca voy a dejar de desear que estés en mi vida y, en aquellos días, no podía seguir tentada a dejarme morir de pena. Tampoco podía estar cerca y no desear morirme.

Hoy las cosas son distintas. Logré dejar mi vida en manos que no fueran las mías y nos dimos una hija que, irreversiblemente, mutila de mis pensamientos el encanto de la muerte. Le da sentido a la vida a la vez que me la inyecta.
Ahora soy fuerte, con mayúsculas, haciendo honor a cada letra.
Ahora existe alguien que, sin notarlo siquiera, me sostiene.

Pero los sueñes no mueren, esa fue siempre mi promesa.
Pero las letras despiertan al camino que hoy me trae de vuelta.
No te arranqué de mi recuerdo ni te maté de mi memoria.
Definitivamente, tus besos son la sangre que merezco.
Mi dedos vuelven a dibujar tu silueta en el aire, otra vez acarician tus letras.
Tu voz, vórtice de mi alma desnuda. Mi silencio, vértice de tu balada cruda.Lo sabés: nunca olvido, no sé olvidar... mi memoria morirá conmigo o me sobrevivirá.

Lo confieso: te extrañé, te extraño.
El esqueleto de mis letras sigue bailando en la luna, en una sola baldosa, tarareando nuestro tango “el día que me quieras” y -qué ironía- nunca supe cuál fue el día que no te quisiera.
Hoy reclamo tu vos, tu voz, tus letras, tu presencia que despierta esa parte que fingí dormida en mí hace ya muchos años.
Hoy te convoco desde mi fibra más íntima, vuelvo a vos, a mí, a nosotros.
Reclamo tu presencia y esa ausencia tuya que me descalabraba.
Reclamo esa porción de luna que era tan tuya que necesité robártela y reclamo tu mirada que no alcanza mi mirada.
Busco desesperadamente llegar a vos, a esa porción que me gané a fuerza de quererte, de no reconocer barreras.
Hoy te busco para estar en vos, para que estés en mi, para no dolernos nunca más o dolernos siempre pero ya no morir de desencuentros.
Hoy regreso a vos, a tu búsqueda, atravesando todos estos años en que fingí olvidarte. Hoy me devuelvo.
Hoy regreso a vos.
Hoy te busco para siempre.

¿Cómo se conserva lo que nunca se tuvo?


Era. No, ¡es!. No se define sino en momentos aislados. Era tan triste, tan terriblemente suya... en un tiempo que no fue olvidado, pero sí guardado bajo dos metros de tierra. Una lágrima opaca y muy espesa la había adoptado. Un embuste maltrecho y derruido la guardaba en su seno. No era nada, siquiera infeliz. Era a secas.
Es. No, no... ¡son!. Sí, eso es: son. Pero quien es sobre quienes son, no se explica fácilmente, depende de si hay luna o no.
Es una mordida nauseabunda que ni se mastica ni se escupe. Se mantiene intacta mientras el oxígeno la descompone. No exhala fétidos olores, no desagrada. No está expuesta a ajenos ojos. Es boca y bocado que no se come. Es un explosivo esperando el minuto exacto de ser escupido o masticado. Invisible o refugiado. Aletargado porque sí o por negligente olvido.
Podría ser. Es capaz y no puede, pero podría ser: el mismo universo que mantiene suspendidas unas pocas almas que rescata. Todas las aguas: una lágrima suya. El aire, la atmósfera, el viento: sólo uno de sus suspiros. Cada ser humano -mujer, hombre, anciano, niño- con todas y cada una de sus fallas y virtudes, lógicas o irracionales: sólo un duelo, alguna de sus caras. Los lagos, los oasis, los espejos: nada dibuja más perfecto que la propia conciencia.
Los pies se yagan, se pierden las uñas. Las alas: sólo una cara capaz de revelarse cuando el sueño es profundo; a quienes “son”: sólo una caricatura abandonada, llenándose de polvo.

Noche cerrada. Agil y escurridiza: una pantera al acecho de su presa, escudándose en la oscuridad donde se mimetiza. Los ojos bien abiertos, fijos en su víctima. Afilando sus garras en la árida tierra gris que ya nadie camina. Mueve su cola de un lado a otro, mostrando su fiereza. De vez en cuando dejando ver el filo de sus brillosos colmillos, llenos de sed, de hambre y de saliva. Una bestia solitaria deslizándose en silencio, atenta, enfurecida.
Al otro lado, fijada en sus retinas, una luciérnaga indefensa vestida de destello de luna. La bestia no disculpa, lo que la tenue luz ignora. Un ejército sobrearmado frente a un niño desprevenido: un final predecible parece inevitable. La fiera retrocede un paso y observa, aprieta una imagen que no quiere ver en sus cerrados ojos. Pasa un instante pequeño y salta. Se escucha un alarido intenso y después... sólo un silencio mortuorio.
Una luz se desplaza y deja ver, la punta brillosa de una daga, teñida de luna y rojo, asomando entre dos alas herrumbradas, llenas de polvo...

Muere la noche que alumbra al día. Se desperezan de a poco los sentidos, se abren los ojos, las ideas obnubiladas. Un entorno claramente incomprensible de paredes acolchadas. Encerradas las alas. Una ventanita pequeña descubre unos ojos. Empieza a despertar el entendimiento... es la escarcha acumulada entre los ojos, eso es, eso son, no es nada...

Una boca...

Una boca mastica en su silencio mis entrañas. He dejado de manchar papeles con veneno. Desde el invierno de mi sacrílega garganta toda mi indiferencia se despereza. Desterré esa luna enmohecida que ya no lame con sus ojos ciegos. Hice rodar su cabeza y a sus pies yacen mis ojos. Sólo nos une un destello de carcajada hueca, un suspiro en el vértice del tiempo, un ángel desmayado de vergüenza. Lo demás es anecdótico, yo no lo maté: jugaba a estar dormido y yo soñaba estar despierta.

Desnudos

Desnuda. Desnuda la piel del surco de los recuerdos.
Desnudos. Mis dedos no visten el contorno de sus besos.
Lunes atípico. La lluvia baña las calles, los techos, las antenas; no así las letras del teclado que imprime siempre en línea recta. Mis manos, como mis ideas, siguen dibujando en el aire. Trato día a día de moverlas, hacerlas bailar en los renglones como si tuviera desprendidas las retinas quien las viera, pero no, una a una superan hasta el más sublime de mis caprichos.
Desnuda. Bajo la lluvia, secando las calles, los techos, las antenas. Renegando de ese baño que no enjuaga los pasillos de mis venas.
Desnudo. Con la piel afuera, mis furias y mi firme no, no me resigno a vivir en línea recta. Empezó siendo un pequeño bulto, crece momento a momento y ya ha alcanzado el porte de una culebra. Crece de insomnio y nervios y, también, crece de histeria. Se aloja en mi espalda, en mi cuello, en mis dolencias. No es una contractura corriente es una mentira más de la naturaleza, es cada no, es inconformismo, ira, desprecio. Es un demonio más de mis ideas.
Desnudo. Carne que se materializa desde mi espina a mi cabeza.
Desnuda. Alma que se desnuda sin vergüenza, acurrucada a sus pies. En la mano derecha brilla una daga de hielo seco, en la izquierda, desnudas las venas. -¿Querés mi sangre?- pregunta con los ojos bajo cero. Ya las primeras gotas bañan las calles, tras su vuelo, y los techos, las antenas.
Desnuda. Sólo vuela.
Desnudo. El aire va ahuecando los pasillos de sus venas.