Desnudos

Desnuda. Desnuda la piel del surco de los recuerdos.
Desnudos. Mis dedos no visten el contorno de sus besos.
Lunes atípico. La lluvia baña las calles, los techos, las antenas; no así las letras del teclado que imprime siempre en línea recta. Mis manos, como mis ideas, siguen dibujando en el aire. Trato día a día de moverlas, hacerlas bailar en los renglones como si tuviera desprendidas las retinas quien las viera, pero no, una a una superan hasta el más sublime de mis caprichos.
Desnuda. Bajo la lluvia, secando las calles, los techos, las antenas. Renegando de ese baño que no enjuaga los pasillos de mis venas.
Desnudo. Con la piel afuera, mis furias y mi firme no, no me resigno a vivir en línea recta. Empezó siendo un pequeño bulto, crece momento a momento y ya ha alcanzado el porte de una culebra. Crece de insomnio y nervios y, también, crece de histeria. Se aloja en mi espalda, en mi cuello, en mis dolencias. No es una contractura corriente es una mentira más de la naturaleza, es cada no, es inconformismo, ira, desprecio. Es un demonio más de mis ideas.
Desnudo. Carne que se materializa desde mi espina a mi cabeza.
Desnuda. Alma que se desnuda sin vergüenza, acurrucada a sus pies. En la mano derecha brilla una daga de hielo seco, en la izquierda, desnudas las venas. -¿Querés mi sangre?- pregunta con los ojos bajo cero. Ya las primeras gotas bañan las calles, tras su vuelo, y los techos, las antenas.
Desnuda. Sólo vuela.
Desnudo. El aire va ahuecando los pasillos de sus venas.

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